Historia y origen del Pan de muerto

Por: José N. Iturriaga

Ya que los 365 días del año no son suficientes para honrar a todos los santos, el papa Bonifacio IV comenzó en el año 607 una celebración colectiva que llamó “Día de Todos los Santos”, y en el año 732, el papa Gregorio III dedicó el 1 de noviembre a esta celebración. El Día de Todas las Almas, el 2 de noviembre, fue establecido por Odilón a finales del siglo X para interceder por las almas de los muertos. En el siglo XIII, esos días se celebraban en todos los países católicos.

Estas tradiciones europeas coincidieron en México con diferentes rituales vinculados con la muerte que las principales ciudades prehispánicas celebraban. El noveno mes del calendario azteca fue consagrado a los niños muertos y el décimo a los adultos. En el mes Izcalli, se hacían en las tumbas las ofrendas de tamal y se comían ahí mismo. Estas tradiciones hicieron que la celebración religiosa del  1 y 2 de noviembre fuera calurosamente acogida por los nativos, ya que coincidía con sus antiguos rituales precolombinos.

A estas tradiciones, se añadieron algunas antiguas costumbres españolas: por ejemplo, ofrendas con alimentos que, en algunos casos, las comían los parientes. En Segovia, hicieron “pan de ánimas” y en Aragón, “huesos de santo” de mazapán. En las nuevas ofrendas mexicanas, ahora llamadas mestizas, se incluye el tradicional pan de muerto, entre otros platos, junto con bebidas que los muertos disfrutaban en vida.

Una vez que el alma del muerto está “satisfecha”, los vivos comen de la ofrenda. En las ciudades mexicanas actuales, esto fortalece el vínculo con familiares y amigos, y casi en todas partes, se comparte un pan de muerto y se disfruta una taza de chocolate.

Algunos visitantes extranjeros parecen sorprendidos por esta tradición, pues celebrar y comer en honor a la muerte se siente un poco macabro. Pero el pan de muerto es una tradición en cada hogar mexicano, entre otras tradiciones como dar calaveras de azúcar con un nombre en la frente y juguetes para niños en forma de ataúd con esqueletos que salen de repente; escribir a un amigo versos juguetones llamados “calaveras” como si estuvieran muertos y por supuesto, reunirse para comer un delicioso pan de muerto juntos como familia. Todo esto viene del festivo ingenio mexicano que juega incluso con la muerte misma, burlándose de ella.

Si te gusta cocinar y experimentar, aquí tienes una receta para hacer pan de muerto con aceite de canola: http://bit.ly/2g1OjXV. El aceite sustituye a la mantequilla utilizada tradicionalmente para hacer este pan, reduciendo de manera significativa la grasa saturada, así que, con el tiempo, no te matará disfrazada de enfermedad cardiaca. Este año no compres el pan; hazlo tú misma para tu familia y cuida su salud. De esta manera, puedes celebrar la vida junto con la muerte.

José N. Iturriaga es Doctor en Historia, escritor, especialista en historia de la cocina mexicana.

Acerca Redaccion

Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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